miércoles, 22 de junio de 2011

¿MÉXICO ANTE HONDURAS? EL CHEPO LO TIENE CLARO


LOS ÁNGELES -- Los antecedentes inmediatos sentencian a muerte al Tri. El presente de Honduras sentencia a Honduras.
La historia tiene una mueca de mal recuerdo para el Tri. Tiene ese rostro de arpía socarrona con malas noticias: hace casi 15 años que no le gana a los catrachos fuera del Estadio Azteca, donde incluso, con un soplo, un espasmo de audacia de Reynaldo Rueda, habrían sentenciado a México.

Y hay más detrás de esa máscara guasona: el único equipo Centroamericano que ha victimado al Tri en Copa Oro es Honduras, con dos goles de Costly, en 2007, bajo el mando de Hugo Sánchez.



Queda claro: ya no son aquellos tiempos del 1 de abril de 1935, cuando México le zampó 8-2 a Honduras en San Salvador. Invocar y evocar a semejante reliquia sería un acto pagano. Los fantasmas no juegan. El futbol es un arte de vivos y de viveza.

Honduras no vive su mejor presente, así como a México le lastima revivir ese pasado inmediato.

Hay situaciones inapelables: Honduras tiene mejores futbolistas que México, pero no los tiene a todos en posición de guerra. Ni Izaguirre, ni Martínez, ni Suazo, ni Rambo, mientras que Palacios es una duda en este grupo, y sigue lastimado Costly, contumaz verdugo del Tri, cebado con el verde mexicano, color de una bandera que, irónicamente, cobija el acta de nacimiento de su madre.
A excepción del Chicharito en efervescencia con el Manchester United y el crepúsculo de Rafa Márquez con idas notas de honor en el Barcelona, los blasones vigentes de Izaguirre, Palacios, Thomas y Figueroa, y el recuerdo de Suazo en Europa, se cotizan mejor que los de los legionarios aztecas en este momento.
Pero, queda claro, la lista de ausentes tiene más viajeros que la de los presentes por los catrachos.

Sin embargo, hay que puntualizar: la suma de talentos hondureños no es una garantía firmada de una victoria. Hay que saber hacerlos rendir. Rueda no quiso y Luis Fernando Suárez no ha tenido tiempo.

Ahí radica la ventaja de México. Cierto: los fuetes azotan y asolan los lomos de los inconsistentes: Pablo Barrera y Andrés Guardado pasaron del esplendor a las penumbras, y en el juego ante Guatemala se perdieron en un esfuerzo físico por querer ganar solos una batalla que siempre será colectiva, que sólo será gremial. Los panteones de equipos aspirantes están llenos de tumbas de héroes solitarios.

Como sea, el Tri tiene un trabajo más profundo, más ensamblado en sus líneas, y con ello esos fundamentos que componen lo que se llama memoria futbolística: relevos, ubicación, desplazamiento y, a veces, ese poder jugar a ojos cerrados sabiendo que hay una cita a ciegas, pero puntual, entre quien tiene la pelota y quien anhela recibirla.

Lo importante y, respetuoso para Honduras, es que el técnico del Tri, José Manuel Chepo de la Torre tiene muy en clara la dimensión del adversario y que hay un compromiso juramentado: hay que ganar la Copa Oro. Por ello, este martes fue sorprendido ensayando penales, un eterno tejido canceroso en las habilidades mentales, hormonales, físicas y técnicas del futbol y del futbolista mexicano.

Chepo sabe que hay esa alternativa, toda vez que en esta instancia, los tres habituales desenlaces del futbol, se reducen a dos: ganar o perder, matar o morir, clasificar o verse eliminado, triunfo o fracaso, gloria o infierno, porque esa tercera opción, esa manzana de la discordia, debe fenecer en los tiempos extras o si no, como llaman los puristas, en la definición desde el punto penal. El empate en esta instancia no es un refugio, es, a lo sumo, una tregua.

Ojo: el que México haya confrontado, en la liviandad y ligereza de una práctica, a su histórico Némesis, no significa que pueda vencerlo, por eso, lo más saludable para el Tri será desafiar a Honduras en los 90 minutos o incluso en el alargue de 30.

En este momento el futbol ofensivo de México, si Guardado y Barrera regresan a la base de operaciones, es decir a la cancha, tras su viaje por el limbo, sin duda se muestra superior al de Honduras, rematando lo que aportan Giovani y Chicharito Hernández , y más aún si les sueltan las riendas a Carlos Salcido y a Efraín Juárez.

Sin embargo, ya se sabe, el futbol es como la mujer: si pierde la cintura, pierde el encanto. Si Honduras instala desde el inicio a Palacios y Thomas, la media cancha, con los circuitos de estos jugadores en esa zona, podrán imponerse, claramente, vehementemente, a Castro y a un Torrado que está por cerrar una muy digna hoja de servicios con el Tri, pero a la que habría que revisarle, urgente, la fecha de caducidad.

Si a nivel de porteros Valladares y Talavera mantienen una similitud de condiciones, con ventaja para el catracho, la retaguardia de Honduras dejó una constancia impresionante de eficiencia y fuerza atlética cuando se vio invadido el patio frontal de su casa por las llegadas de Costa Rica, mientras que en el Tri ya deberá haber aprendido la lección Héctor Moreno, cortesía del Pescadito Ruiz, y el mismo Rafa Márquez deberá reacometer su compromiso de líder.

Así, la mesa queda puesta para un banquete. Cierto que Suárez no optará por labores suicidas, sino por la paciencia y el acecho, y, mientras tanto, México hará la tarea que mejor conoce: tratar de buscar el gol que le tranquilice.

Hay un punto especial a tomar en cuenta: los hondureños presentaron pronto los efectos evidentes del esfuerzo ante Costa Rica: calambres, agotamiento, espasmos de tirones, es decir, no tuvo la pretemporada correcta para llegar a plenitud.

Tras este paseo por los aparadores de ambos equipos, queda claro que hay un equilibrio de fuerzas, que a final de cuentas colocará a Honduras en recelo táctico ante un México que hará la apuesta de, además, jugar con el bautizo de la localía.

¿Pronóstico? La mejor pista la da el Chepo de la Torre. Si tanto insistió en cobrar penales como ensayo, es que sabe que la guerra será pareja entre dos adversarios que tienen una afrenta personal primero, y la del sábado llegará en su momento.

Al final, la bendición de estas guerras que auspicia el futbol, es que no hay cadáveres humeantes que llorar largamente, acaso suspiros de frustración, con menos vida y vicios que una mosca.

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