Porque hasta los 95 minutos de tiempo corrido, cuando Michel Vázquez marcó de penal el gol de la diferencia, Gallos había sido un equipo compacto, lleno de vida, pero carente de puntería.
El balón fue de ellos. Lo pasearon por todo el campo. Lo mismo generaron oportunidades por la izquierda que por la derecha, con disparos o jugadas individuales.
Si hasta Israel López estuvo muy cerca de marcar un gol olímpico, pero ahí estuvo siempre o Miguel Calero, de gran tarde, o las malas decisiones de los atacantes.
Y es que a los 14 minutos sufrieron un desencuentro en sus posibilidades, cuando Jaimen Ayoví se tiró de chilena y le pegó a un poste y Elías Hernández en el contrarremate anotó, en la única llega de los Tuzos en el primer lapso.
Los Gallos debieron empujar a partir de ahí por el partido.
Pachuca, por su parte, tiene amnesia. Ha olvidado lo que le llevó a ganar todo en el futbol mexicano: imaginación, entrega, solidaridad, temple.
Gallos si bien es disparejo en su desempeño, tiene en el espíritu, como ha venido siendo desde hace un par de campañas, su mejor arma.
Se hizo del balón y se fue a por el partido ante unos impávidos Tuzos contemplativos y desordenados. De a poco los Gallos se acercaron al arco de Calero y fueron estirando al rival, hasta que a los 74' por fin lo rompió.
Mena, luego de una serie de rebotes y un excelente pase de Israel López, igualó el partido, pero de inmediato la sensación fue de que podían ganarlo.
Querétaro creyó en sus posibilidades y tuvo el alma para buscar todo. Vino el tiro de esquina cerrado de Israel López y un disparo de media distancia de Hiber Ruiz. Calero, siempre atento, dejó a ambos sin posibilidades.
Pero a los 91, lo que no le había fallado a Pachuca, el temple, le falseó y lo derrumbó. Castillo abrazó a Mena en un tiro de esquina y lo inmovilizó por completo. Ricardo Arellano lo vio y marcó penal.
Michel Vázquez, después de los reclamos Tuzos, puso el balón en las redes.
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