martes, 21 de junio de 2011

WARNER Y FIFA TIENEN LAS FLORES… BUSCAN EL ATAÚD



Por Rafael Ramos Villagrana

El principio universal de cada ser humano es ser inocente hasta que se demuestre lo contrario.

Excepto en México, donde las leyes, operan distinto: “todos son culpables hasta que se demuestre su inocencia”.

Y ese principio errado, que atenta contra la soberanía de cada individuo, encajaría perfectamente en el reino multinacional de la FIFA y en cada de una de sus células cancerígenas, cancerosas y canceradas. En un despliegue cínico, vergonzoso, Jack Warner es inocente por decisión de FIFA.


El trinitense presentó su renuncia a la vicepresidencia de FIFA y por lo tanto al trono de CONCACAF. Y al desligarse del organismo, el Comité de Ética, con poca ética, decide que “al renunciar el señor Warner, el procedimiento en su contra se suspende y se mantiene la presunción de su inocencia”.

Es decir: Warner claudicó en la lucha por demostrar su indemostrable inocencia. Su nombre queda limpio según FIFA, pero, en la percepción externa, su percudida imagen queda como una vergonzosa constatación de impunidad.
Lo cierto es que a ninguno de los actores les importa que una mancha más de indignidad y sospecha caiga en la piel aleopardada de perlas negras de corrupción.

La FIFA ha exiliado a un enemigo, lo ha sometido, le ha puesto un bozal y grilletes, y Warner, y todo ese tsunami magnífico que terminaría por dejar en ruinas al futbol mundial, quedó en una brisa pestilente de mar contaminado, que no asusta a nadie.

FIFA no se complicó la vida para ahuyentar con la cola entre las patas, a este can chimuelo, que pretendía reñir, ruñir, roer y reír a costa del organismo que tiene más afiliados, todos sometidos y cautivos, que la misma ONU.

Simplemente este organismo sin patria, sin nación, sin código, sin ley, sin gobierno, pero con posesiones y potestades en todo el mundo hizo lo que tenía que hacer: llamar a Kamla Persad-Bissessar, Primera Ministra de Trinidad y Tobago.

Warner, además de su suntuoso, jugoso, ostentoso y enriquecedor puesto al frente de la CONCACAF, también se desempeñaba como Honorable Ministro del Departamento del Trabajo y el Transporte de la Isla.

El trinitense no sólo ha enfrentado ante la FIFA juicios y procesos, algunos cumplidos, otro abortados, sino que los ha confrontado en su propio país, donde la corrupción, propia del área, impera y lo libera, aunque vale la pena aclarar que Trinidad y Tobago no está en el Top Ten del Termómetro de Corrupción del organismo vigilante, que es Transparencia Internacional. Esa elite la ocupan Nigeria, Bolivia, Colombia, Rusia, Pakistán, México, Indonesia, India, Venezuela y Vietnam.

FIFA y el gobierno de Trinidad y Tobago hicieron saber a Warner que podrían trabajar en forma coordinada las investigaciones en torno a sus negocios, sus andanzas, sus posesiones, sus bienes, sus dineros… y los de su familia.

No era una advertencia ni una intimidación. No, era una amenaza, uno de los idiomas favoritos de Warner durante su mandato en la CONCACAF.

Warner entregó las últimas armas, todas innobles, de la guerra contra la también innoble FIFA.

Ya no se trataba de lavar una imagen inhigienizable, sino de vivir libre, con la cara sucia, sin el poder de antes, pero fuera de las cuatro paredes, con comida, alojamiento, diversiones y recreo gratuitos, que parecían garantizarle los confabulados en su contra. La honra de Warner es como las uñas de minero, eternamente negras, excepto que los mineros honran su esfuerzo y el trinitense deshonra el suyo.

Warner habló para medios ingleses sobre su renuncia. Se va, dice, porque “he perdido el entusiasmo de continuar (luchando por el futbol de la CONCACAF)”, y asegura este mártir contemporáneo que “mi secretario general (Chuck Blazer) con el que trabajé 21 años”, le ha “intrigado y hecho daño de formas inimaginables”.

Asegura que los regalos para incentivar votos “son normales a lo largo de la historia de la FIFA”, y que todo este teatro de enjuiciarlo “es hipocresía pura”, pero que no quiere sembrar una imagen sucia “de ser vengativo” y que dejará mejor que “el tiempo y la historia juzguen a Blatter”.

¿Y para cuándo la canonización de este santo varón víctima de intrigas, calumnias, complots, conspiraciones y demás, cuyo capital personal apenas rebasa los 75 millones de dólares, producto de su esfuerzo, ganado el sudor limpio de la frente limpia?

Pero el cinismo y la desfachatez son carriles de una misma carretera.

La FIFA asegura que valorará el apoyo de Warner, sólo como testigo, para mantener el proceso contra Mohamed Bin Hamman, el qatarí que ofreció un millón de dólares a Warner y 40 mil dólares a cada una de las 25 islas que confabulaban con cederle su voto y retirárselo a Blatter.

“Él (Warner) será importante para poder llegar al final de una investigación (contra Bin Hamman) que será útil para el bien del futbol mundial”, explica FIFA.

Una frase y una reflexión.

“Un cínico es un hombre que, en cuanto huele flores, busca un ataúd alrededor”, afirma el escritor estadounidense Henry-Louis Mencken. FIFA y Warner son iguales. E incluso son capaces de vender las flores primero y el ataúd después.

¿Y cómo algunos ilusos creen que el futbol mexicano debería abandonar la CONCACAF si los dirigentes de uno y otra están hechos a la imagen y semejanza uno del otro? Son Rómulo y Remo amamantados por una loba maldita… llamada FIFA.

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